Fumar en Pipa.

Es para aquel que ha protocolizado su vida mínimamente y ha querido iniciarse en este arte, uno de los placeres mayores que darse pueda, no en vano de todos los seres de la creación, sólo el hombre fuma en pipa. El tabaquista que ha aprendido a disfrutar de la pipa, nunca la abandona ; tan sólo se retira de ella el neófito que no ha sabido iniciarse, el desordenado perezoso y el que ha abusado de ella.

Hay quien cree que el fumar en pipa es parecido al uso del cigarrillo y los vicios adquiridos al fumar éstos, los traspasan al uso de la aquella. Los fumadores de cigarrillos son en su mayor parte fumadores con ansiedad, producida por la falta de la perjudicial nicotina y tratan de aliviar esta carencia fumando pitillo tras pitillo : es fácil encontrar fumadores de veinte y treinta cigarrillos diarios. Por el contrario el buen fumador de pipa, el tabaquista, queda satisfecho con dos o tres pipas al día, pues al ser para él fumar un placer del que participa todos sus sentidos, necesita tener despejadas tanto las papilas gustativas y las delicadas mucosas bucales, como las fosas nasales, para poder apreciar los siempre nuevos gustos y aromas de las distintas mezclas con las que se regala.

Fumar en pipa es un arte y todo arte requiere una iniciación, un aprendizaje y si bien esto es una condición necesaria, no es condición suficiente : cualquier persona con una guitarra en las manos, puede arrancar de ellas sonidos discordantes, pocas son las que consiguen ser solista interpretando el "Concierto de Aranjuez". Se requiere pues, no solamente predisposición sino también talento.

La pipa se carga introduciendo en ella el tabaco poco a poco, prensando suavemente las capas primeras, y un poco más fuertemente las siguientes; luego se aproxima a la embocadura del hornillo un encendedor de llama horizontal de gas o un fósforo de madera prendido, para encender el tabaco contenido en el hornillo de la pipa, no empleándose nunca para este menester encendedor de gasolina o cerillas de cera, ya que estos objetos transmitirían al tabaco los olores y sabores peculiares; ambos útiles deben prender la superficie total del tabaco depositado en el hornillo.

Se debe fumar con caladas cortas e insistente que consiga mantener en la pipa una combustión controlada en equilibrio, en la que los grados de temperatura que se alcance no sean excesivos, porque si esto último ocurriera pasaría a la boquilla mayor cantidad de alquitranes y deshechos de la combustión ; mientras en el otro extremo, si el paso de oxigeno no fuera suficiente, romperíamos el equilibrio mantenido y por defecto de oxigeno la pipa se apagaría.

Un síntoma evidente de que la pipa ha sido bien fumada es, si al vaciarla ya apagada para proceder a su limpieza, en el cenicero solamente cae un poco de blanca ceniza sin resto de tabaco.

A la pipa hay que prestarle atención como si de un fluido diálogo interpersonal se tratase, hay que atender con mimo su necesidad de mayor o menor cantidad de oxigeno, de mayor presión en el tabaco que debe dársela con el atacador, en fin portarse con ella como si de una amiga se tratara. Cuando el diálogo se ritualiza, cuando lo ocasional se protocoliza, el tabaquista alcanza la satisfacción completa. (Juan Carlos Drake Noguero)